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Una de las pocas alegrías que de vez en cuando nos dan los cambios normativos vino en forma de supresión de la afiliación forzosa a la Cámara de Comercio.
Desde hace años, las empresas, por el mero hecho de ejercer una actividad se veían obligadas a pertenecer a la Cámara de Comercio quedando automáticamente afiliadas al causar alta en el I.A.E. y, como consecuencia de esta afiliación, había que pagar anualmente la cuota sin más remedio, lo que algunos, desde su impotencia, vinieron a llamar “el impuesto revolucionario de las Cámaras”.